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miércoles, 9 de diciembre de 2015

9 de diciembre de 1824 - En Ayacucho se libra la última gran batalla de la independencia sudamericana

El 28 de julio de 1821 San Martín, desde un tablado levantado en la plaza mayor declaro la Independencia: "El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad de los pueblos y de la justicia de su causa que Dios defiende." Levantó la bandera roja y blanca y fue aclamado por la multitud. (ver más)


A la proclamación de la independencia le siguió la creación del protectorado, el 3 de agosto de 1821, el hito fundamental que señaló el nacimiento del Estado peruano. San Martín no convocó una asamblea por temor al desorden sino, sencillamente, apeló a su creación, y anunció que continuaban reasumidos en él tanto el mando político como el militar con carácter provisional, en tanto se ganase la guerra.

Por medio de un gobierno vigoroso pero transitorio, San Martín garantizó la independencia del poder judicial. Singular en su estructura, la nuestra no fue una república ni una monarquía: San Martín se convirtió, desde ese momento, en "protector" de la libertad del Perú.

Este gobierno del protector San Martín, a pesar del grave problema de la guerra, no olvidó la organización del Estado desde diversos planos. Entre sus preocupaciones estuvo presente la sociedad peruana en su conjunto. Aunque algunos historiadores afirman que esta actitud provocó descuido en las tareas de la guerra, otros plantean que lo que se quiso fue evitar la anarquía -la mayor dificultad para el desempeño de los esfuerzos militares- y lograr la estabiliad de una organización recién creada.

San Martín se empeñó en precisar las bases de la futura organización pero no promovió una reforma "prematura". El documento central para entender el gobierno de San Martín es el Estatuto Provisional dado por el protector de la libertad del Perú. En el interín se establece la Constitución permanente del Estado, el 8 de octubre de 1821.

Los ministerios iniciales fueron tres: Estado y relaciones exteriores, cuyo responsable fue Juan García del Río, natural de Cartagena de Indias; guerra y marina, encomendado a Bernardo Monteagudo, natural de San Miguel de Tucumán, y hacienda, en manos de Hipólito Unanue, nacido en Arica y único peruano de nuestro primer gobierno.

La legislación que apuntó a enaltecer el servicio al Perú y a estimular la virtud del patriotismo fue muy variada.

Así como la administración civil del Estado tuvo sus cimientos en los días de la independencia, el ejército y la marina iniciaron sus actividades como instituciones del país sobre las bases de la organización virreinal. La Legión peruana de la guardia fue el primer cuerpo del ejército peruano y fue creado el 18 de agosto de 1821. La captura del buque "Sacramento" en Paita el 17 de marzo de 1821, la instalación del ministerio de guerra y marina y las normas que aparecieron al respecto en el Estatuto Provisional señalaron el principio de la Marina de Guerra del Perú.

De igual modo se inció el recorrido de la vida internacional del país y el diálogo del Perú en primera persona con otros pueblos del planeta. Salieron de Lima nuestras primeras misiones diplomáticas, cuyos objetivos capitales fueron el reconocimiento de la independencia, pero también la gestión de algún empréstito, u otros asuntos comerciales.

Del tiempo de San Martín es la primera bandera nacional y el primer escudo del Perú. La Gaceta del Gobierno de Lima del 5 de setiembre de 1821 informó que el día 2, en el teatro, con las noticias de la posible bajada de las sierra de tropas de Canterac, San Martín pronunció unas palabras vibrantes y "el pueblo entonces mandó que la orquesta tocase la marcha nacional, subieron muchos al tablado, cantaron el himno patriótico". Luego del concurso pertinente, en la noche del 23 de setiembre, se cantó por primera vez en el teatro el himno nacional, en la voz de Rosa Merino, con música de Bernardo Alcedo y letra de José de la Torre Ugarte.

La independencia no se identificó con una forma determinada de gobierno. Fue así como San Martín, ante la experiencia suscitada en otros lugares de América, afirmó que los resultados de una revolución estéril y de una guerra ruinosa habían colmado las pasiones propias de los cambios políticos, y la opinión de los hombres, ya más serena, aspira únicamente a la emancipación de España, y la instauración de alguna forma de gobierno, cualquiera que sea.

Las conversaciones iniciales en Miraflores y en Magdalena, la oferta formal en Punchauca y el envío de la misión de García del Río y Paroissien a Europa para hallar a un príncipe que aceptara venir a coronarse como rey del Perú fueron los momentos en los cuales se habló expresamente de una monarquía como régimen político para el nuevo Estado.

En la esfera política, el cuestionamiento central de esa época puede resumirse en la siguiente pregunta: "cuál es la forma de gobierno más adaptable al Estado peruano, según su extensión, población, costumbres y grado que ocupa en la escala de la civilización?". Fueron interesantes razonamientos las intervenciones de Manuel Pérez de Tudela y de Mariano José de Arce en defensa de la república, y las de José Ignacio Moreno en favor de la monarquía, pero los verdaderos extremos del debate se encontraban en las cartas del "Solitario de Sayán", José Faustino Sánchez Carrión, y en el Manifiesto de Quito, de Bernardo Monteagudo, quien fue, en el Perú, un creyente en sistemas autoritarios que impiden la anarquía; él estuvo al lado de San Martín en sus planes monárquicos.

Cansado de rivalidades y disensiones, dimitió todos sus cargos, cediendo a Bolivar la gloria de consumar la Libertad del Perú, y se retiró a Francia. Falleció el 17 de agosto de 1850 en la localidad de Boulogne-sur-Mer a la edad de 72 años.

Antes de la batalla de Ayacucho, a finales de 1824, no era indefectible una victoria patriota. El reino español había enviado numerosos refuerzos, varios buques que habían vuelto a dominar las costas del Pacífico y habían tomado el puerto de El Callao, a la entrada de Lima. A finales de octubre, Simón Bolívar, entonces Dictador del Perú, y su gran aliado Antonio José de Sucre, se debatían sobre cómo resistir los embates realistas, cuyas tropas buscaban cortar los caminos de los patriotas y disponerlos a combatir. Luego de algunos pocos encontronazos, las filas comandadas por el mariscal Sucre, con hombres de Venezuela, Panamá, Ecuador, Chile, Colombia, Argentina, entre otros, salió al suroeste de la nación peruana, para enfrentarse a un Ejército que lo superaba en número llegaron el 9 de diciembre a la pampa de Ayacucho, al sur del Perú, donde se detuvieron y tomaron posiciones. Eran unos seis mil hombres, los que esperaban hacer frente a unos diez mil, comandados por el virrey del Perú, José de la Serna, que componían el último ejército realista en América del Sur.

En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista. Pasado el mediodía, el virrey había caído prisionero y la bandera de Colombia flameaba sobre las faldas del cerro Condorkanqui. La acción había terminado y la independencia de América del Sur quedaba asegurada. En el campo de batalla quedaron 1.400 realistas y 309 patriotas muertos.

En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista. Pasado el mediodía, el virrey había caído prisionero y la bandera de Colombia flameaba sobre las faldas del cerro Condorkanqui. La acción había terminado y la independencia de América del Sur quedaba asegurada. En el campo de batalla quedaron 1.400 realistas y 309 patriotas muertos.La Batalla representa el fin de grandes campañas en América del Sur por la Independencia 

La lucha que se desarrolló en la Pampa de Quinua, donde el Ejército Unido Libertador combatió contra los realistas para poner punto final al Virreinato que se encontraba arraigado en la nación suramericana. 

Antonio José de Sucre, quien compartía el ideal bolivariano de liberar los pueblos latinoamericanos, se ganó ese lugar tras el triunfo de la Batalla de Junín.

Entre los días 5 y 6 de diciembre de 1824, los liberales pasaban por Huaychao para llegar al campo final pero, la idea de los realistas era frenar su paso a través de Huamanguilla; lo que condujo a pequeños enfrentamientos antes de la lucha más importante. 


Los patriotas llegaron a la Pampa a 12 kilómetros de la ciudad, mientras que los conservadores se apostaron en el Cerro de Condorcunca.Antes de la batalla, el Mariscal, Antonio José de Sucre arengó a sus hombres:
"¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!” 
Sucre ordenó el Ejército en tres divisiones y una caballería: sus batallones Bogotá, Boltijeros, Pichincha y Caracas, encabezado por el General José María Córdova; los húsares de Junín y legión peruana junto a otros tres batallones, liderados por el General La Mar; los granaderos y húsares de Colombia, con el General Guillermo Miller; y en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Bargas, de la primera división de Colombia, al mando del señor General Jacinto Lara.

Este hecho no fue previsto por los realistas, quienes se avalanzaron desde el Cerro de Condorcunca en una especie de línea recta, contra la división de Córdova y la caballería de Miller, las cuales supieron capitalizar la premura del ejército español. 

Inmediatamente, el General Juan Antonio Monet avanzó con dos de sus batallones al campo, sin embargo, fue infructuosa la lucha, ocasionando la muerte de Monet. Mientras tanto Lara y La Mar desplegaron sus fuerzas contra las de Gerónimo Valdés, obligándolas a retroceder. 

El desorden reinó entre el Ejército Real de Perú y causó bajas de más de 1.800 hombres y haciendo prisioneros a más de 3 mil. 


Tras más de cuatro horas de lucha, José de Canterac recibió a uno de los patriotas, quien ofrecía una capitulación, que fue aceptada luego de varias horas. Parte de ella reza:
“Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído conveniente proponer y ajustar con el señor general de división de la República de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del Ejército unido libertador del Perú", 
Fue en 1836, que España terminó por aceptar la soberanía de la nación peruana, con el establecimiento de Confederación.

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