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sábado, 20 de junio de 2015

20 de junio de 1973 - La Masacre de Ezeiza

Por "Masacre de Ezeiza" se conoce el enfrentamiento (o emboscada) entre organizaciones armadas irregulares peronistas que tuvo lugar el 20 de junio de 1973 en ocasión del regreso definitivo a la Argentina de Juan Domingo Perón, luego de casi 18 años de exilio. Ese día, la derecha y la izquierda peronista se enfrentaron. Ese día que debía ser una fiesta con la llegada definitiva de Juan Domingo Perón a la Argentina, se convirtió en una matanza indiscriminada de la gente que había ido a recibir y escuchar al líder y ex presidente justicialista.

El 20 de junio de 1973 fue la fecha elegida para el retorno de Perón. Tras 18 años de exilio. Acompañado por artistas, políticos, sindicalistas, deportistas y hasta por el propio presidente Cámpora y el ministro López Rega, el viejo líder viajó desde Madrid en un avión especialmente preparado para la ocasión. Perón retorna definitivamente al país y el generalísimo Franco lo despide en Barajas. Para su recepción se monta un palco en la Autopista a Ezeiza, a la altura del Puente 12, donde confluye una multitud inmensa e inconmensurable. Más de dos millones de personas, aguardaban la llegada de Perón, quien dirigiría un discurso a la concurrencia.

En 1972, la denominada Revolución Argentina de la dictadura de Onganía llegaba a su fin, y el general Lanusse decidió llamar a elecciones. Ese año, en un efímero regreso de Perón al país, organizó junto con otras fuerzas políticas el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) y definió la fórmula presidencial Cámpora-Solano Lima, la única alternativa que el peronismo tenía, ya que su líder estaba proscripto e impedido de ejercer la política.

El 25 de mayo de 1973, Cámpora asumió la presidencia y la muchedumbre esperanzada gritaba en la Plaza de Mayo a los militares salientes: "¡Se van, se van, y nunca volverán!"

El nuevo gobierno, con tendencia de centro-izquierda conformó un equipo con dirigentes de la derecha y de la izquierda peronista, como una maniobra para lograr consensos dentro del heterogéneo partido.

Sin embargo, esto no lograría aplacar los ánimos y los enfrentamientos seguirían sucediéndose. Las tomas de fábricas, las constantes movilizaciones y los sangrientos enfrentamientos entre la izquierda y la derecha generaron un clima de inestabilidad.

Sectores vinculados a la Confederación General del Trabajo (CGT), que algunos historiadores consideran de derecha, parapetados en el palco de honor bajo la orden del coronel retirado Jorge Manuel Osinde, atacaron a militantes de grupos autoproclamados de izquierda, FAR y Montoneros. Algunos consideran que fue una masacre en lugar de un enfrentamiento porque los militantes armados de la CGT superaban en número a los de izquierda, que fueron atacados desde el palco. 


Una estimación conservadora de algunos medios de prensa fija el saldo de la jornada en 13 muertos y 365 heridos. Aún se desconocen la cifra exacta de muertos y heridos que tuvo esa trágica jornada. Las cifras, puestas siempre en duda, nunca pudieron cotejarse con una investigación oficial simplemente porque no la hubo. Las verdaderas causas del enfrentamiento hay que buscarlas en la génesis del Movimiento Justicialista. Perón desde su origen había alentado al más amplio espectro ideológico de actores desde la derecha a la izquierda. 

A partir del día 19 las caravanas empezaron a arribar en micros y a pie. Muchas de ellas solamente iban allí a presenciar un acto y a escuchar al líder peronista, ajenos a las confrontaciones intrapartidarias.

Los grupos se fueron perfilando, demostrado por las inmersas pancartas que se levantaban sobre la muchedumbre. Montoneros y la Juventud Peronista (JP) movilizaron a gran parte de la gente para impresionar al general exiliado, y demostrar quienes dentro del movimiento llevaban la delantera y enarbolaban los verdaderos designios del peronismo. 

La organización había estado a cargo de gente allegada al gobierno y sobre todo a López Rega y su entorno más intransigente. 

Ya desde el día 19, civiles armados ocuparon posiciones cercanas al palco, con el firme propósito de impedir que se acercaran las columnas de la JP, Juventud Trabajadora Peronista (JTP), Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros. Estos grupos de choque estaban integrados por la vieja guardia sindical más radicalizada y el Comando de Organización (C de O).

El palco era el objetivo último de ambos bandos. Ganarlo para sí, representaba quien mandaba, y por ello se convirtió en el foco de los enfrentamientos. Para las facciones de derecha e izquierda, era la oportunidad que tanto habían esperado, era su oportunidad de impresionar a Perón y lograr que éste se volcara definitivamente a un lado o al otro.

En sus orígenes la polarización ideológica era controlable en línea con el contexto internacional. Sin embargo después de la segunda guerra mundial el mundo acentuó su polaridad, y este proceso de radicalización también transformó a sus seguidores, quienes durante el exilio del líder tenían en la repatriación un objetivo en común, lo que se llamaría el Operativo Retorno embanderado en el “luche y vuelve” que adornaba las fachadas de la Argentina mediante innumerables pintadas. 

Este proceso se concretó con el retorno de Juan Perón y fue entonces donde se abrió el espacio a la discusión interna: ¿Cuál era el verdadero Perón?; ¿estaba el líder dispuesto a un verdadero debate para definir la orientación ideológica?; ¿era el momento de decidir entre los seguidores de Cámpora o López Rega?; ¿entre FAR - FAP - Montoneros? o ¿pretendía el líder continuar él solo aglutinando el poder y el control de tan disímiles seguidores?. 

La cuestión era: ¿a qué grupo bendeciría el general? Lo que sucedió en Ezeiza el 20 de junio, podría resumirse en una frase del discurso pronunciado por Perón la noche del 21, "Somos lo que dicen las 20 Verdades Justicialistas y nada más que eso". 

La masacre fue premeditada para desplazar al presidente Héctor Cámpora del poder. Las diferencias ya eran insalvables entre la derecha y la izquierda, cuando el 2 de junio de 1973, días antes de la masacre, José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, declaró que estaban contra los imperialismos de izquierda, cuando un delegado cubano al congreso de la CGT, pidió un brindis por el Che Guevara. La derecha sindical intentó mejorar posiciones en cargos públicos frente al otro sector, colocando a gente cercana a Rucci. 

Cinco personas asumieron la responsabilidad de organizar la movilización del movimiento peronista hacia Ezeiza: José Rucci, Lorenzo Miguel, Juan Manuel Abal Medina, Norma Kennedy y Jorge Manuel Osinde. 

Pero la tragedia no tardaría. La pelea en la Autopista Ricchieri marcaba el final del período de transición de Cámpora, entre el gobierno de facto del general Alejandro Lanusse y el Perón del final. La izquierda y la derecha peronistas disputaron con francotiradores, fuerzas de choque y ametralladoras la cercanía a su máximo líder y la influencia en su reconquista del poder. En el palco estaban los miembros de la UOM, la Juventud sindical peronista y otros sectores de derecha. Hacia allí fueron las FAR, Montoneros, la JP y otras organizaciones. Las FAP se habían desarmado el 25 de mayo de 1973. El saldo fue muy grande incluso se le considero un auténtico combate que terminaría con la victoria de la derecha peronista. 


Los sangrientos choques armados que se registraron ese día, entre las facciones internas del peronismo, la derecha y la izquierda del movimiento, materializaron ese antagonismo y definieron los enfrentamientos políticos venideros, con una derecha dispuesta a todo para eliminar a los grupos juveniles revolucionarios, arraigados sobre consignas populares y reinvindicadoras.

El objetivo final fue el que se esperaba desde un comienzo: desplazar definitivamente a los grupos de izquierda del escenario peronista, y que el propio Perón lo pudiera ver y avalar. La derecha peronista logró apoderarse del poder y posicionarse definitivamente como dueña del movimiento.

Ezeiza contiene los gérmenes del gobierno de Estela María Martínez de Perón y de López Rega, de la triple A y de lo que a partir de 1976 se convertiría en la peor dictadura de la Argentina.

Al día siguiente, Perón les bajó el pulgar a los sectores combativos 
"No es gritando como se hace patria. Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo de abajo o desde arriba". 
El 25 de Septiembre de 1973 como venganza de los hechos sucedidos aquel día, la organización Montoneros, asesino al sindicalista José Rucci a quien Perón consideraba su mano derecha, este acto desato la furia del propio Perón y el rechazo de éste a la Organizacion Montoneros. 
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Poco después, en el discurso del 1º de Mayo de 1974, pronunciado en la Plaza de Mayo ante una multitud, Perón declararía sin ambages su posición ideológica, apoyando a las organizaciones sindicales y otros sectores tradicionales y conservadores que configuraban la derecha del partido y censurando duramente a los grupos de izquierda: 

“A través de estos veintiún años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que durante veinte años lucharon”. 

La Masacre de Ezeiza fue el preanuncio de lo que sucedería con la formación de la Alianza Anticomunista Argentina, organizada por José López Rega.

“La masacre de Ezeiza cierra un ciclo de la historia argentina y prefigura los años por venir. Es la gran representación del peronismo, el estallido de sus contradicciones de treinta años. Es también uno de los momentos estelares de una tentativa inteligente y osada para aislar a las organizaciones revolucionarias del conjunto del pueblo, pulverizar al peronismo por medio de la confusión ideológica y el terror, y destruir toda forma de organización política de la clase obrera. Ezeiza contiene un germen del gobierno de Isabel Perón y López Rega, la Triple A, el genocidio ejercido a partir del nuevo golpe militar de 76. el eje militar sindical en que el gran capital confía para el control de la Argentina”. 
El lugar estaba custodiado por el coronel retirado Jorge Manuel Osinde, perteneciente a la derecha del peronismo, junto con un grupo fuertemente armado que tenía la orden de reservar los sectores más cercanos al palco a los grupos más tradicionales del justicialismo, e impedir el acercamiento de la izquierda peronista al mismo. Cuando las columnas de FAR y Montoneros intentaron ingresar en las primeras horas de la tarde, fueron sorpresivamente atacados a tiros desde el palco por los hombres de Osinde. Hubo 13 muertos y 365 heridos.

Estalla una violenta disputa por los lugares próximos al palco, entre las columnas organizadas por la Juventud Peronista y Montoneros y las dirigidas por el teniente coronel Osinde, nutridas por la Unión Obrera Metalúrgica, la Juventud Sindical Peronista, el Comando de Organización y otros grupos del peronismo tradicional. Hay tiroteos, muchos muertos y cadáveres colgados de los árboles: la Juventud Peronista (JP) es vencida.

Ante la falta de seguridad, Perón decidió aterrizar en la base aérea militar de Morón y la multitud se retira desilusionada, sin haber podido recibir a su líder. Por la noche se dirigió al país por la cadena de radio y televisión. En su discurso, evitó referirse a los incidentes dijo “para un argentino, no hay nada mejor que otro argentino”, parafraseando su famosa frase “para un peronista, no hay nada mejor que otro peronista”, intentando de este modo unir a su movimiento y a todo el país.

Perón condena a los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento, que define por lo que las veinte verdades peronistas dicen, e invita al pueblo a ir de casa al trabajo y del trabajo a casa.

El 13 de julio, Cámpora y Solano Lima fueron forzados a renunciar por los sectores tradicionales del peronismo, con el consentimiento de Perón. Luego de varias negociaciones, fue designado primer mandatario interino Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados y yerno de López Rega. Luego se llamaría a elecciones nuevamente, y en 1974 sería electo por tercera vez, Juan D. Perón.

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