Translate

martes, 7 de abril de 2015

7 de abril de 1945 - Segunda Guerra Mundial: En un ataque suicida a la flota americana en Okinawa, es hundido el acorazado Yamato

Durante la primavera de 1945, después de la campaña de las Islas Salomón, la batalla del Mar de Filipinas y la batalla del Golfo de Leyte, la una vez formidable Flota Combinada de la Marina Imperial Japonesa fue reducida a sólo un puñado de buques de guerra operacionales y a un escaso componente aéreo. La mayoría de las naves restantes de la Flota Combinada estaban estacionadas en puertos japoneses, las naves más grandes se encontraban en su mayoría en la localidad de Kure, en la prefectura de Hiroshima.

Con las invasiones de Saipán e Iwo Jima, las fuerzas aliadas (principalmente estadounidenses) comenzaron su campaña militar contra las islas japonesas. Como un paso previo a una invasión planificada a las islas principales japonesas, las fuerzas aliadas invadieron Okinawa el 1 de abril de 1945. En marzo, el emperador Hirohito quería conocer, en una sesión, los avances de la prevista invasión a Okinawa. Los líderes militares japoneses explicaron que el Ejército Imperial Japonés estaba planeando extensivos ataques aéreos, incluyendo el uso del kamikaze. El emperador entonces preguntó: «¿Pero qué hay acerca de la Marina? ¿Qué están haciendo para defender Okinawa?» Bajo la presión del emperador para realizar un ataque, los comandantes de la Marina Imperial Japonesa concibieron una misión suicida con las naves operacionales de reserva, que incluían al gigantesco acorazado Yamato.

Este plan, diseñado bajo la dirección del comandante en jefe de la Flota Combinada, el almirante Soemu Toyoda, dispuso al Yamato y a sus naves escolta para atacar la flota de apoyo estadounidense que respaldaba las tropas en tierra que estaban al oeste de Okinawa. La batalla se realizaría en la playa entre las localidades de Higashi y Yomitan y pelearían como baterías costeras hasta que estuviesen destruidos. Una vez destruidos, la tripulación sobreviviente abandonaría las naves y combatiría contra las fuerzas estadounidenses en tierra. 

Antes de que en los años treinta expirasen los tratados para la limitación de los armamentos navales, al examinar su propia política de armamentos, el Estado Mayor de la Marina de Guerra llegó a la conclusión de que el Japón debía construir unidades de guerra superpoderosas, abandonando el principio de la limitación del poder naval. Con este fin, ya en octubre de 1934, el Estado Mayor solicitó al Ministerio de Marina la elaboración del proyecto de un «superacorazado» dotado de poderosos cañones de 460 mm y de una velocidad superior a los 30 nudos. A fines de marzo de 1937, tres meses después de la extinción de los tratados navales, el proyecto estaba ultimado en todos sus detalles. La quilla del navío se puso el día 1 de noviembre de 1937 en los astilleros de Kure. Se trataba del Yamato, que entró en servicio el 16 de diciembre de 1941, ocho días después del comienzo de la guerra en el Pacifico. Aunque no llegó a los 30 nudos de velocidad requeridos, durante las pruebas oficiales logró alcanzar 27.46 nudos. Gracias a sus poderosos cañones y su notable velocidad, el Yamato superaba a todos los acorazados americanos. Sus proyectiles de 1350 kg de peso del armamento principal no sólo podían perforar la más fuerte coraza de los buques enemigos, sino también provocar graves daños bajo la línea de flotación. El alcance máximo de sus cañones era de 37300 metros. Sin embargo este navío también presentaba algunos defectos, especialmente en lo que se refiere al armamento antiaéreo y a la protección submarina.


Más tarde, tras la experiencia de los muchos encuentros sostenidos por otros buques con unidades americanas desde el principio de la guerra, la potencia de fuego antiaéreo del acorazado nipón fue sensiblemente aumentada y reforzada.

La protección submarina del Yamato se reforzó en cierta medida cuando fue preciso reparar los daños ocasionados por un torpedo lanzado desde un submarino americano el 25 de diciembre de 1943. al oeste del atolón de Truk. Y asimismo, tras la batalla de Leyte, se estudiaron nuevas mejoras que, sin embargo, nunca se llevaron a la práctica.

Por lo que respecta a un eventual duelo con otros acorazados, se consideraba que la potencia de fuego y la coraza del Yamato eran absolutamente superiores a las de cualquier unidad enemiga al principio de la contienda.  

El  1 de abril, los americanos habían empezado a desembarcar en la costa occidental de Okinawa. Todo ello causó gran desaliento en la Marina japonesa. En consecuencia, tras consultar al Estado Mayor imperial y al Mando de la 5a Fuerza Aérea, el 3 de abril el Mando de la Flota combinada solicitó enérgicamente a los defensores de Okinawa que contraatacaran para impedir, por lo menos, que el enemigo utilizase los aeródromos.

A su vez, las fuerzas que defendían Okinawa solicitaron que la Flota Combinada destruyese, al menos, algunos de los acorazados y portaaviones aliados, arguyendo que la potencia de luego de un acorazado era equivalente a la de siete divisiones del Ejercito.

Tras decidir la concentración de todas las fuerzas disponibles para apoyar la contraofensiva de la guarnición, el 4 de abril, el comandante en jefe de la Flota Combinada ordenó a las fuerzas aéreas de la Marina y al 6.° Ejercito aéreo que atacasen con todos los recursos disponibles a las fuerzas de invasión aliadas. Al mismo tiempo, dispuso la constitución de una fuerza naval formada por el Yamato y una división de destructores que debía atacar a los buques americanos en las costas de Okinawa. 

Puesto que constituían la única fuerza naval disponible, al Yamato y a la división de destructores se les dio el nombre de 1a Fuerza móvil y fueron clasificados como «fuerza de ataque» y puestos al mando del vicealmirante Seiichi Ito.

La misión principal de esta Fuerza movil era atraer, con su salida, a los portaaviones aliados dentro del radio de acción de las fuerzas aéreas japonesas con base en tierra. 

El día 4 de abril, el vicealmirante Ito organizó la fuerza naval de ataque especial y ordeno que se mantuviera dispuesta a zarpar en cualquier momento. La orden, cursada a las 15 horas del 5 de Abril, disponía que las unidades debían atravesar el estrecho de Bungo en la madrugada del 7, costear las islas Ryukyu y fondear al alba del día siguiente en Okinawa para destruir todos los buques aliados que se encontrasen allí fondeados.

Sin embargo, tras recibir la correspondiente autorización, el almirante Ito vario sustancialmente el esquema operativo: al salir del estrecho de Bungo, durante el día 7, la fuerza de ataque se mantendría alejada de los portaaviones aliados que se suponían navegando al este de Okinawa y luego se lanzaría contra las unidades enemigas en la costa de la isla antes del alba del 8 de abril. 

Aunque los destructores iban casi al completo de combustible, el Yamato y el Yahagí sólo recibieron el necesario para realizar el viaje de ida. «Ataque especial» significaba ataque suicida.

Los tripulantes de las naves fueron avisados de la misión y se les dio la oportunidad de no participar en ella si deseaban. Ninguno lo hizo. Sin embargo, a los tripulantes novatos, enfermos e incapacitados se les ordenó que evacuaran las naves

«El ataque más trágico y heroico...»

El 5 de abril, el almirante Toyoda, comandante en jefe de la Flota combinada, envió a todas las unidades un mensaje que terminaba con las siguientes palabras:
«El destino de nuestro imperio depende de esta única batalla. He ordenado a la fuerza naval de ataque especial la realización contra Okinawa del más trágico y heroico ataque de la guerra. Concentraremos en esta acción nuestras fuerzas navales imperiales y haremos revivir en todo su esplendor las grandes tradiciones de la Marina de Guerra imperial, Haciendo que se cubra de gloria para la eternidad.»

La tarde del 6 de abril, pocas horas antes de la salida. el vicealmirante Kusaka, jefe de Estado Mayor de la Flota combinada, subió a bordo del Yamato acompañado de sus colaboradores, para anunciar el plan del Mando Supremo y saludar a los comandantes de las unidades. Los oficiales del Estado Mayor dijeron que, tras disparar todos los proyectiles, los hombres de las tripulaciones deberían reunirse con los defensores de Okinawa, en tierra firme, para luchar a su lado. El jefe de Estado Mayor rogó por ellos, en la esperanza de que el valor que demostraban con aquel ataque suicida proporcionaría a roda la nación japonesa la fuerza necesaria para luchar hasta el fin.

Oficiales comandantes del Yamato, dos días antes de su último combate. Su comandante, almirante Kosaku Ariga, sentado en el centro.
Al amanecer del 7 de abril, las naves japonesas salían de la península de Osumi rumbo a mar abierto, en dirección sur desde Kyushu hacia Okinawa. Navegaban en formación defensiva, con el Yahagi acompañando al Yamato y los ocho destructores distribuidos en un anillo alrededor de las dos naves más grandes, a una distancia de 1500 metros uno del otro y moviéndose a una velocidad de 20 nudos.11 Uno de los destructores japoneses, el Asashimo, tuvo problemas mecánicos y tuvo que regresar. Posteriormente un avión de reconocimiento estadounidense se convertiría en la sombra de las fuerzas japonesas; a las 10:00, las naves japonesas tomaron rumbo oeste para simular una retirada, pero a las 11:30, nuevamente tomarían dirección hacia Okinawa.

A las 10:00 del 7 de abril, la marina estadounidense inició el lanzamiento de casi 400 aviones desde once portaaviones. Una fuerza de seis acorazados (Massachusetts, Indiana, New Jersey, South Dakota, Wisconsin y Missouri, apoyados por varios cruceros (incluidos el Alaska y Guam) y destructores, estaban dispuestos a interceptar la flota japonesa si el ataque aéreo no tenía éxito.

Dado que las fuerzas japonesas no tenían suficiente apoyo aéreo, los aviones estadounidenses fueron capaces de realizar múltiples ataques sin temer a la fuerza aérea japonesa. Después de dos horas de vuelo desde Okinawa, los aviones alcanzaron al grupo del Yamato e iniciaron el ataque aéreo, rodeando a la formación de naves fuera del límite de la defensa antiaérea y concentrándose en atacar a los barcos de guerra.

A las 12:46, un torpedo impactó directamente en la popa del Yahagi y bloqueó los timones en un ángulo de 30 grados a babor; los tripulantes del Yahagi hicieron todo lo posible para mantener en flote al barco y de hecho el Yahagi aún podía avanzar a una velocidad de 14 nudos, pero con los timones atascados empezó a tener una marcada escora a babor y su velocidad se redujo drásticamente, hasta que finalmente el barco se detuvo.  Inutilizado, el Yahagi recibió además el impacto de seis torpedos y doce bombas de los múltiples ataques aéreos. El destructor japonés Isokaze acudió en ayudar del Yahagi pero también fue atacado, gravemente dañado y posteriormente naufragó. El Yahagi se volcó y se hundió a las 14:05. Sus sobrevivientes, abandonados en el mar, podían ver el Yamato en la distancia, aun moviéndose hacia el sur y enfrentándose al ataque aéreo estadounidense. Sin embargo, realmente el Yamato estaba a sólo minutos de su hundimiento.

Durante la primera oleada de ataques, el Yamato realizó una serie de intensas maniobras evasivas que provocó que la mayoría de las bombas y torpedos no acertaran, aunque recibió dos bombas penetradoras y un torpedo. La velocidad del acorazado no resultó afectada, pero una de las bombas provocó un incendio en la superestructura que no pudo ser extinguido. Durante la primera ola, los destructores japoneses Hamakaze y Suzutsuki también fueron gravemente dañados y tuvieron que abandonar la batalla. El Hamakaze se hundió poco después.

Entre las 13:20 y las 14:15, llegó la segunda y la tercera ola de ataques provenientes de los aviones estadounidenses, que tenían como objetivo al Yamato. Hasta ese momento, el Yamato había recibido el impacto de al menos ocho torpedos y más de quince bombas. Las bombas habían causado un daño considerable en el buque, incluyendo el desmantelamiento del sistema de control de armas y forzando el uso de las armas antiaéreas de manera manual e individual, lo que redujo bastante su efectividad. El torpedo destrozó casi todo el lado a babor y provocó que el Yamato sufriera daños irreparables. La estación de control de daños había sido destruida por un impacto, haciendo imposible contrarrestar la inundación en los espacios especialmente designados dentro del casco que soportaban el daño del casco. A las 13:33, en un intento desesperado de mantener la nave a flote, el equipo de control de daños del Yamato hizo contrapeso inundando los cuartos de máquinas a estribor y la sala de calderas. Esto mitigó el problema pero causó el ahogamiento de cientos de tripulantes que estaban en esa sección, que no tenían idea que dichos compartimentos iban a ser llenados con agua. Los cuerpos sin vida de estos tripulantes dentro del Yamato estuvieron flotando alrededor de 30 minutos.  La pérdida de las máquinas a estribor, junto con el peso del agua, hicieron que la velocidad del Yamato se redujera a sólo 10 nudos.

Con una velocidad menor, el Yamato sería un objetivo más fácil para los torpederos estadounidenses que se concentraron en apuntar al timón y a la popa con torpedos, para detener al acorazado. A las 14:02, con el Yamato deteniéndose y a punto de hundirse, el almirante Ito ordenó la cancelación de la misión y el abandono de la nave, junto con el rescate de los supervivientes de parte de las naves restantes. El Yamato comunicó este mensaje a las otras naves mediante banderas de señales, ya que el sistema de radio había sido destruido.

A las 14:05 el Yamato se detuvo por completo en el mar y comenzó a volcarse. El almirante Ito ordenó el traslado de su estado mayor a un destructor aunque él decidió quedarse en su cabina. También el comandante Ariga, capitán del Yamato, ordenó que lo ataran a la brújula del puente de mando. A las 14:20 se volcó por completo y comenzó a hundirse. A las 14:23, la nave explotó y dicha explosión se escuchó hasta 200 km en Kagoshima y formó una nube de hongo de 6 km de altura. La explosión pudo haber ocurrido por el fuego que llegó al cuarto principal de municiones.

Explosión del Yamato
La fuerza aérea estadounidense bombardeó y hundió el destructor japonés Asashimo mientras este trataba de regresar a puerto. El destructor japonés Kasumi también fue hundido por los ataques aéreos. El Suzutsuki, a pesar de que su casco estaba averiado, pudo regresar a Sasebo, Japón, yendo en reversa.

Los tres destructores menos afectados (el Fuyuzuki, el Yukikaze y el Hatsushimo) pudieron rescatar 280 sobrevivientes del Yamato (de una tripulación de 2700), 555 supervivientes del Yahagi (de una tripulación de 1000) y 800 sobrevivientes de las naves Isokaze, Hamakaze y Kasumi. Sin embargo, 3700 japoneses perecieron en la batalla. Las naves supervivientes retornaron a Sasebo.

Los aviones norteamericanos se alejaron hacia las 14:25 hs, tras asistir al fin del Yamato y de ametrallar a los supervivientes que nadaban en el mar. En la operación participaron 386 aviones, 180 cazas, 75 bombarderos y 131 torpederos. No se envió ni un caza japonés para brindar protección a la flota. Los aviadores de la 5a  Fuerza Aérea estaba ocupada atacando a la flota norteamericana en Okinawa, tal como se había planeado, pero no logró hundir ningún buque. Alrededor de 115 aviones, muchos de ellos kamikazes, atacaron los barcos estadounidenses durante el 7 de abril. Los aviones kamikazes impactaron al Hancock, al acorazado Maryland y al destructor Bennett, causaron daños moderados al Hancock y Maryland y graves al Bennett. 

La acción del Yamato fue la última acción emprendida por la Marina Imperial japonesa. Tanto en aquellos días como después, fue severamente criticado el hombre que concibió la idea de un “ataque especial” sin la más mínima protección aérea. Después de la guerra, el almirante Toyoda expresaba así su opinión al respecto:
"Sabía de sobra cual  sería el destino de los buques de guerra enviados a aquella misión sin protección aérea, también sabía que las posibilidades de éxito eran mínimas, pero a pesar de ello debíamos arriesgarnos en aquella empresa temeraria. Creía que, aun con una mínima posibilidad de éxito, había que hacer todo lo posible para ayudar a nuestros soldados que combatían en Okinawa. Por ello, aunque aquella decisión pueda ser ahora condenada, no pretendo justificarme. Solo quisiera añadir que en aquellos momentos no tenía alternativa”.

Bonus track

En 1974, se inaugura en la televisión japonesa la serie Uchuu senkan Yamato. Su autor es Leiji Matsumoto, maestro veterano del animé. Matsumoto cambia el modo de entender de las series animadas. Las saca del universo infantil y las acerca a un público más juvenil, incluso adulto. Como más tarde haría Lucas, trabaja la space opera, esa mezcla de la épica y el romance. La series de 26 capítulos no tuvo éxito al inicio, pero con los años se fue convirtiendo en todo un clásico del animé. Uno de los personajes principales de la serie: un acorazado volador que sale a la búsqueda de una especie de máquina limpiadora del cosmos, que permitirá que la fuerte radiación que azota la tierra se erradique. En el planeta, cabe decir, quedan muy pocos humanos y todos viven bajo tierra. Varios filmes se han realizado sobre la serie. El más reciente es de 2010, está dirigido por Takashi Yamazaki y se titula Space Battleship Yamato.


Acá, la nave espacial es mostrada en todo su esplendor: un enorme acorazado de guerra, reajustado para viajar a impresionantes velocidades. Más que un Noé, un Adán y una Eva ya redimidos de todo pecado, atraviesan las aguas del universo con el fin de fundar una nueva humanidad. Es especialmente valioso el nombre de la nave para entender otras significaciones. El acorazado Yamato fue el orgullo de la flora naval japonesa durante la Segunda Guerra Mundial. Las naves Yamato y Musashi fueron los dos acorazados de guerra más grandes jamás construidos. Ambos vieron el fin de sus días en batalla. Que la nave de la serie y de los filmes haya sido construida con los restos del Yamato original, nos sólo nos remite a la imagen del ave Fénix, sino también a la idea de una redención salvadora. Aquella guerra significó un apocalipsis para los japoneses. Nada más apocalíptico que una derrota, y en el caso de Japón, una derrota por causa de una de las armas más apocalípticas imaginadas: la bomba atómica. El fin del mundo real para los japoneses, representado por los restos del Yamato, encuentra su redención, su nuevo comienzo, en la nueva nave imaginaria que zarpará a la búsqueda de forjar una nueva humanidad.

Puede interesarle:

2 comentarios:

  1. También los japoneses deberían haber honrado y respetado a las casi 17 diecisiete millones de chinos muertos por su sanguinarios soldados japoneses, que bien estuvo en ser derrotado por los EEUU, hasta diría que también se merecieron las dos bombas nucleares. El imperio Japonés fue al igual que su socio Alemania las dos fuerzas más sanguinarios y destruyeron todo a su paso en la segunda guerra pasada.

    ResponderEliminar