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viernes, 11 de diciembre de 2015

11 de diciembre de 1972 - Aluniza la nave espacial estadounidense Apolo 17, en la última visita del hombre a la Luna.

A lo largo de la historia, solamente doce seres humanos han sido capaces de contestar a esta pregunta, pero únicamente ocho siguen vivos para contarlo(*). Eugene Cernan y Harrison Schmitt son dos de los afortunados. Ellos fueron los últimos humanos en vivir en otro mundo. Literalmente. Durante tres días los dos astronautas recorrieron el valle de Taurus-Littrow, recogiendo rocas e instalando instrumentos científicos. ¡Tres días viviendo en la Luna! Parece un relato de ciencia ficción, pero por sorprendente que parezca ocurrió realmente.

La tripulación de la última misión Apolo estaba formada por Eugene A. Cernan (comandante), Ronald E. Evans (piloto del módulo de mando) y Harrison H. Schmitt (piloto del módulo lunar). De los tres solamente Cernan tenía experiencia previa en vuelos espaciales. Y vaya si la tenía. Cernan cumplía a rajatabla con todos los requisitos para ser uno de los mejores astronautas de la NASA. Inteligente, metódico, frío como el acero y trabajador incansable, ya había alcanzado el espacio durante la Gémini 9 y el Apolo 10. En esta última misión abandonó la Tierra para orbitar la Luna, allanando el camino para el histórico vuelo del Apolo 11. No fue una misión fácil. Durante unos segundos estuvo a punto de perder el control del módulo lunar Snoopy mientras sobrevolaba la Luna en compañía de Thomas Stafford. Ahora volvería a la Luna tres años más tarde, esta vez comandando su propia misión, la mayor aspiración de cualquier astronauta.

Harrison H. Schmitttt (izquierda), Ronald Evans (derecha) y
Eugene Cernan (abajo), la tripulación del Apolo 17 (NASA).

Pero si Cernan pensaba que era afortunado por estar al mando de la última misión Apolo, Harrison Schmitt se sentía como si le hubiese tocado la lotería. Y es que Schmitt, de profesión geólogo, sería el primer y último científico sobre la Luna. Como en el caso de la mayor parte de astronautas, Schmitt había ocupado una plaza no tanto por su currículo -que por supuesto era impresionante- como por estar en el momento y lugar adecuados. En realidad, Schmitt no debería haber formado parte de la tripulación del Apolo 17. El puesto del piloto del módulo lunar estaba reservado para Joe Engle, otro astronauta de formación militar de la NASA que además contaba con experiencia de vuelo con el avión cohete X-15. Cernan, Engle y Evans habían sido la tripulación de reserva del Apolo 14 y, siguiendo el esquema de rotaciones introducido por Deke Slayton -el encargado de la selección de las tripulaciones del Apolo-, ahora les tocaría el turno de pilotar el Apolo 17. Con suerte, Schmitt podría volar en el Apolo 18. Pero en septiembre de 1970 el destino intervino a favor de Schmitt. El Apolo 18 fue cancelado y el Apolo 17 se convirtió de repente en la última misión del programa lunar Apolo. A continuación, la comunidad científica estadounidense presionó a la NASA para introducir un científico en la última misión lunar. Dicho y hecho. Engle se quedó fuera y Schmitt pasó a formar parte de la tripulación de Cernan.


El lugar elegido para el alunizaje del Apolo 17 era el valle de Taurus-Littrow, en el sureste del Mare Serenitatis. La selección había tenido lugar antes del lanzamiento del Apolo 16 y, como en el resto de misiones, no había sido un debate sencillo. Algunos científicos, incluyendo Harrison Schmitt, preferían un lugar más espectacular para la última misión Apolo, como por ejemplo el famoso cráter Tycho o el imponente cráter Tsiolkovsky en la cara oculta de la Luna. Pero aterrizar en estas regiones hubiese introducido demasiadas complicaciones en una misión de por sí bastante compleja. Las Colinas de Marius o la Davy Rille habían sido considerados lugares de interés para las primeras misiones Apolo, pero la comunidad científica pensaba ahora que no eran dignos para una misión como el Apolo 17 (las primeras misiones Apolo tuvieron objetivos científicos más modestos). Finalmente, los candidatos serían el valle de Taurus-Littrow y los cráteres Gassendi y Alphonsus. Durante algún tiempo Alphonsus parecía ser el ganador, pero finalmente en febrero de 1972 la NASA anunció su intención de enviar el Apolo 17 a Taurus-Littrow. La posibilidad de encontrar evidencias de vulcanismo reciente en la Luna inclinaron la balanza del comité encargado de la selección.

El descenso fue perfecto, aunque el Challenger había comenzado la ignición de frenado un poco más alto de lo planeado. Al igual que en otras misiones Apolo, Cernan y Schmitt descendieron a ciegas, con las ventanillas del módulo lunar apuntando hacia el espacio. Cuando el Challenger estaba a cuatro kilómetros de altura, los dos astronautas pudieron ver las montañas más altas del valle en la parte inferior de sus ventanas. A 2,13 kilómetros de altura el módulo de aterrizaje se inclinó bruscamente hacia adelante para permitir que el comandante viese el lugar de aterrizaje. Cernan reconoció inmediatamente el valle de Taurus-Littrow y a cien metros de altura tomó el control manual (en realidad, ‘semimanual’) del Challenger, pilotando la nave hasta la zona más llana que pudo encontrar. Durante esta fase final estuvo ayudado por Schmitt, cuya tarea era ‘cantar’ los números de altitud y velocidad proporcionados por el radar, así como la cantidad de combustible restante. Y es que en el Apolo, el ‘piloto del módulo lunar’ no pilotaba realmente el módulo lunar, una tarea reservada para el comandante. A 25 metros de altura, y como estaba previsto, el escape del motor de la etapa de descenso del Challenger comenzó a levantar gran cantidad de regolito lunar, dificultando la visibilidad. Cuando una de las sondas de aterrizaje que se extendían bajo tres de las cuatro patas del módulo de aterrizaje tocó la superficie, se encendió la luz azul de contacto en la cabina y Cernan apagó el motor de la etapa de descenso. De no hacerlo, se arriesgaba a que las ondas de choque del motor pudiesen rebotar en la superficie y dañar el módulo de aterrizaje. El Challenger cayó en la débil gravedad lunar desde un metro de altura sin apenas velocidad lateral. Todavía quedaba suficiente combustible para permitirle dos minutos más de vuelo. El lugar de aterrizaje final estaba a 230 metros al este y 60 metros al norte del objetivo inicial. ‘Okay, Houston, the Challenger has landed’ fueron las escuetas primeras palabras de Cernan sobre la Luna. Eran las 19:55 UTC del 11 de diciembre de 1972.


Contemplando las imágenes del Apolo 17 se hace difícil creer que haya pasado tanto tiempo. Las fotografías del programa Apolo podrían pasar por actuales sin ningún problema. Y sin embargo, hace cuarenta años de todo aquello. No es de extrañar que haya gente que crea que jamás pisamos la Luna. La hazaña de las misiones Apolo parece un sueño medio olvidado. Una oscura leyenda de héroes que se atrevieron a viajar más allá del reino de lo humano en una época en la que todo parecía posible. El programa Apolo fue fruto de la Guerra Fría, sí, pero al mismo tiempo nos mostró de lo que somos capaces como especie. Hace cuatro décadas la tripulación del Apolo 17 vivió durante tres días en la superficie de la Luna. ¿Cuándo nos atreveremos a continuar los pasos de Cernan y Schmitt? Y lo más importante, ¿quién lo hará?

Esta misión batió varios récords: permanencia más prolongada en la Luna con un total de casi 75 horas; período más largo en la superficie lunar sin interrupción (7 horas y 37 minutos), así como máximo tiempo de exploración con 22 horas y 5 minutos.

Eugene A. Cernan, comandante de la misión del Apolo 17

Amerizaron con éxito en el Océano Pacífico el 19 de diciembre de 1972, tras un vuelo de 301 horas, 51 minutos y 59 segundos. Eugene Cernan y Harrison Schmitt se convirtieron de esta forma, en los últimos dos seres humanos que pisaron el satélite natural de la Tierra.

También marca la última vez que el hombre logró viajar más allá de la órbita baja de la Tierra (unos 500 km de distancia) hasta la fecha, mientras se espera por una posible, pero lejana misión espacial a Marte en la década de 2030.

(*)Actualización diciembre de 2019: Desde la publicación original de este post, la lista de astronautas sobrevivientes se ha reducido con los fallecimientos de Edgard Mitchell (Apolo XIV) en 2016, Eugene Cernan (Apolo XVII) en 2017, Alan Bean (Apolo XII) en 2018 y John W. Young (Apolo XVI) también en 2018,

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